domingo, 2 de enero de 2011

Aire



Eres mi aire aunque no lo sepas.
Tú, Señor del Fuego, que amenazas con romper las estancias de hielo en las que se haya sumida mi alma y luchas sin proponértelo contra mi escudo inquebrantable, hasta desarmarme en lo más profundo de mi ser.
Oh, si solo pudieras ver la luz de la esperanza que se enciende en mis ojos cuando te pienso! Y cómo duele saber que morirá cuando te vayas!
Ante tu presencia soy doncella, pues suavizas la ira de mis entrañas, el mundo deja de ser hostil en tus brazos y una sonrisa olvidada aflora en mis labios.
Me encuentro en el punto intermedio de no saber si te entregué o me robaste la llave que encerraba mis deseos, aunque sé que puedo salir herida, no me arrepiento. Estoy empezando a encontrar agradable esto de destrozar antiguos prejuicios.
No logro comprender tu laberinto y sin embargo me empeño en perderme en él con el firme convencimiento de llegar a ese otro lado en el que habitas aun sabiendo que puedo dar mil vueltas en círculo y volver al punto de partida.
Y pese a todas las dudas e inseguridades sigues siendo mi aire... aunque no lo sepas, pues me haces sentir viva, más allá del cielo, más allá de mi misma.

4 comentarios:

  1. Bellísimo y profundo, todo.
    Vengo volando desde Copenhague La Amante Eternamente Fiel y me encuentro con este milagro de relato. Tu declaración de amor quisiera poder haberla escrito yo.
    Eres misteriosa y eso me gusta.

    Abrazos,

    Ian.

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